El impacto de las negociaciones climáticas en la transición energética

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La crisis climática es una realidad y un reto global. Según el informe del IPCC, el planeta ha aumentado su temperatura en 1,1°C desde la era preindustrial y se espera que supere los 1,5°C en los próximos años. La principal causa de este aumento es nuestro modelo de producción, lo que requiere una acción urgente para llevar a cabo la transición energética.

La COP21 fue un gran hito en el debate. En esa ocasión, los países firmaron un acuerdo con el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5°C, a través de una drástica reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, buscando alcanzarlas a cero para 2050. Este es el famoso Acuerdo de París, nombrado así por la ciudad que fue sede de la conferencia en ese año.

Más de una década después, en la COP28, que tuvo lugar en Dubái, se constató que solo había una solución: realizar una “transición hacia el fin de los combustibles fósiles”. Aunque es necesario, el camino hacia este fin no es fácil, ya que involucra los intereses privados de países poderosos, como grandes empresas petroleras y economías basadas en energías contaminantes.

¿Qué es la transición energética?

Hoy en día, las principales fuentes de energía en el planeta provienen de combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas. El resultado de la quema de estos compuestos produce CO2, el principal gas de efecto invernadero, cuya creciente concentración es responsable directa del calentamiento global.

Por lo tanto, la transición energética es exactamente lo que su nombre sugiere: un cambio en la forma en que producimos energía, pasando a fuentes alternativas con menor emisión de gases, como la energía eólica (que utiliza el viento), solar e hidroeléctrica. Sin embargo, la solución no viene sin obstáculos. Entre los principales desafíos, se encuentran:

  • Desafíos técnicos: limitaciones en el almacenamiento de energía en algunas de estas fuentes.
  • Desafíos económicos: altos costos para transformar la infraestructura.
  • Cuestiones políticas: los intereses de grandes actores globales.

Países que dependen del petróleo, por ejemplo, plantean una dimensión geopolítica, argumentando que es injusto afectar su desarrollo cuando las grandes economías ya se han enriquecido y contaminado sin represalias durante décadas. A pesar de las dificultades, se están logrando avances. Sin embargo, la crítica es que la velocidad de estos avances aún no es suficiente para enfrentar la crisis climática en curso.

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Embarcaciones están limpiando el petróleo derramado en el mar a lo largo de la provincia de Rayong, en el este de Tailandia. (Foto: The Nation-Atchara/AP)

El papel de las negociaciones climáticas globales

Dada la complejidad del problema y su alcance global, la mesa de negociaciones es indispensable para coordinar los próximos pasos. Para ello, es necesario ser constantes y tener encuentros frecuentes. No es casualidad que las Conferencias de las Partes, que se celebran anualmente, están ganando cada vez más relevancia para discutir metas y analizar resultados.

Las reuniones de la COP también se destacan por reunir a representantes de gobiernos, el sector privado y diversos segmentos de la sociedad civil, como ONGs y comunidades locales, buscando un debate más amplio.

Responsabilidad común pero diferenciada

Un tema recurrente es la desigualdad en cuanto a los mayores contaminadores del planeta. Grandes potencias como los Estados Unidos, Brasil, India y China emiten mucho más que países con economías más modestas, como Bután o Islandia.

Esta disparidad genera interminables discusiones. Algunos países defienden que las grandes potencias deberían ser responsables de actuar de inmediato y liderar las inversiones en la transición energética.

Por otro lado, los debates anuales han introducido mecanismos para facilitar la negociación climática. Los más conocidos son los créditos de carbono, herramientas para compensar las emisiones, y los fondos climáticos, donde los países más ricos financian proyectos de desarrollo de energías renovables, como el Fondo Verde para el Clima, o de conservación, en países más pobres, por ejemplo.

También se han creado regulaciones, como el Carbon Border Adjustment en la Unión Europea, que impone impuestos a los productos según su huella de carbono, incentivando a las empresas a ser más sostenibles.

Estas negociaciones pueden ser eficaces para presionar a las grandes economías a acelerar la sustitución de sus fuentes contaminantes de energía, ya que se comprometen a cumplir con metas ante la comunidad internacional. Alemania es, sin duda, un ejemplo destacado. El país ha invertido fuertemente en fuentes de energía sostenible y tiene la intención de ser neutral en carbono para 2045. Dinamarca busca el mismo objetivo para 2050.

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La isla danesa de Samsø es conocida por ser un ejemplo de éxito en la producción de energía limpia, generando más energía renovable de la que consume.

Metas efímeras

Sin embargo, los críticos señalan que muchos de estos compromisos no son vinculantes. Es decir, son promesas sin un respaldo legal que obligue a cumplirlas mediante leyes o sanciones por no cumplirlas.

Así, las responsabilidades asumidas por un país pueden ser simplemente eliminadas con el cambio de gobierno. El ejemplo más claro es el de Estados Unidos, que firmó el Acuerdo de París, pero decidió desvincularse de él bajo la presidencia de Donald Trump.

Energías renovables más allá del clima

El cambio en las matrices energéticas es fundamental para mitigar los efectos del cambio climático, pero también puede traer otros beneficios. Actualmente está en auge una tendencia económica llamada “alternativas verdes”, que son estrategias clave de mercado para economías de todos los tamaños.

Estudios muestran que los países del BRICS, por ejemplo, podrían beneficiarse de este cambio, además de asegurar una mayor seguridad energética al reducir su dependencia del petróleo y gas. Estas oportunidades, de hecho, impulsan a los países a colaborar y negociar fuera de reuniones multilaterales como las COP, creando más espacio para cooperación, financiamiento, intercambio de experiencias y aprendizaje.

En el camino correcto, pero a un ritmo reducido

La transición energética es urgente y necesaria. Para llevarla a cabo, la cooperación internacional, especialmente en términos de inversión financiera de los países ricos hacia los más pobres, y las negociaciones climáticas son estrategias esenciales que, hasta cierto punto, están funcionando bien. Es necesario acelerar los avances, ya que el ritmo del cambio climático está aumentando, y la respuesta debe seguir este ritmo para que la crisis no gane la carrera y se convierta en algo incontrolable.

Escrito por: Henrique Castro